De agresores

De agresores está lleno el mundo.
Uno los ve y los oye; los justifica, a medias
los perdona. Se hace lo que se puede,
lo que se sabe, por comprender
al gandalla y dejarlo tranquilo.
Un nivel de la agresión mienta
algún umbral desesperado.

Pero los agresores, con todo y lo soportable
que parecen, un día cruzan la raya
que lo tenía trazado como un mírame
y no me toques. Ese es el día
que se meten contigo y no puedes
ser neutral como eras antes.

Ya no habrá cómplice.
No se reirán sus gracias.
Le declaras la guerra.
A partir de ese momento todo lo que hace
es labor de victimario; la diferencia es
que vas a responderle los golpes.

05-12-2000 / El libro de la guerra