Hacia la plaza inmensa donde los obeliscos
se elevan a los cielos como palmas
y los templos como promontorios
de pulidas piedras permanecen
Hosarsiph va.
Lleno de fe aprieta el paso
y seiscientas esfinges lo interrogan.
El trayecto es un simposio con los dioses.
El dios único como un resuello
dice sus pocas cosas, pero las voces
en Menfis son estatuas de talla humana,
monumentos tan sólo. Hosarsiph, sin embargo,
del dios único solicitó que le hable cara a cara.
Curioso, indoblegable, sediento de magia
y de teurgia, él va al rescate de su voz
y camina y camina y camina.
Es tartamudo, pero en su corazón
Osiris-Aelohim es un guerrero,
el sol organizador de la energía,
el único entre soles y más soles.
¡El bailarín del alba de los Tiempos!
A la plaza de Menfis
como si fuera la ramera babilónica
dirá: Ciudad vacía, dioses de roca,
arcos de triunfos fatuos, externalidad
de todo y nada, te aborrezco...
A la plaza dirá: «Me voy
con los niños que flotan en los juncos
del Nilo y en las cestas navegan
como simiñoca enredada en la corriente».
Va a maldecir los flujo de los abandonos,
a compedecer a huérfanos y pobres.
Hará que nazca entre reyes
el linaje que ha crecido en el socucho,
una gente latigada y en penuria.
«Me voy con los pisan el barro
y fabrican ladrillos para el faraón.
El delta me llama.
El grito de los esclavos oigo.
A la cita del Ibrim latigado comparezco.
Besaré sus heridas, limpiaré los enconos».
«A los obreros hoscos hablará mi voz.
Con los de cerviz más dura
comeré y en su tabuco seré uno más.
Les diré mis secretos y mis cosmogonías.
La causa del judío será la mía
y bendeciré a los bodones,
hombres sin asilo y sin lecho».
«Voy por Amón-Rá a soltar la coyunda
que a Israel sujeta y tendré mujer etíope
más negra que la noche
... porque no hay peor negrura
que quitar a Isis de los cielos
que le corresponden:
la Vida Universal de la Serpiente».
2.
Hasta la plaza inmensa va
con la vara en su corazón, atravesada,
y él pondrá la soba a todo lo que huela
a tiranía: Asiria ha proclamado a sus reyes
los monarcas de los cuatro puntos cardinales.
Babilonia es la capital de los ultrajes
y los persas son horrendos émulos y sátrapas.
El Occidente es bárbaro.
¿Quién romperá el ciclo del silencio?
¿Quién dará la unidad a un mundo
cruel y despiadado, sanguinario y terrible?
Hosarsiph ha dicho su primera palabra,
al fin y al cabo: ¡Heme aquí!
El mudo habló.
Por la calle va.
Sí, el levita mosaico, primo de Menephtah,
el recogido en la corte de Ramsés,
el que siendo sacerdote e inspector
de Gosen, mató al soldado
y llora su crimen y lamenta
como si fuera un verdugo
con ojos llenos de llanto.
Defendió al esclavo inmundo
que dice su dolor al anarquista
y el mundo es mudo, desorganizado,
y el homicida por la causa del dios desconocido
busca aliento, lee, escudriña, compadece.
En el templo de Madián, favorito de Jetro,
espera y el tiempo pasa por cuarenta años
y Séfora está con él, lo anima:
Abre el Pozo de la Verdad, estaré contigo:
el pozo del Viviente que nos ve...
09-29-1980 / El libro de la guerra
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Cuaderno de amor a Haití / Indice / Indice: Heideggerianas
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