A Nicolaus Krebs o Chrypffs (1401- 1464), Padre de la
Filosofía Alemana
y uno de los primeros filósofos de la Modernidad
No hay una plenitud del conocer para el guerrero.
En el todo está el botín, que es lo maravilloso,
y por eso se busca; es coincidencia de opuestos.
Es materia total: continuidad absoluta.
Las cosas suceden cuando el tiempo es el adecuado
y al gran tesoro no hay que arrebatarlo.
Con amor, si es posible, el guerrero lo obtiene.
Nuestra guerra es asimilación y entendimiento.
Hay que entender que lo mejor es nada en el todo.
Combatimos por lo incomprensible y en natural pregustación
se seguirá luchando. La búsqueda no cesa.
Lo inalcanzable idiotamente combatido es sólo una rabieta;
pero la ignorancia instruída nos atrae, se legitima,
y el conflicto puede que sea sagrado,
imprescindible, necesario.
El guerrero hallará a su rival
no en los escondrijos trascendentes.
La selva en que está no viene de fuera.
La escaramuza más dura está dentro de uno mismo.
No se jacte el héroe bravo que alcanzará el Absoluto.
Docta ignorantia es la única victoria
porque la guerra no es tornarse en asesino.
Es sólo búsqueda, adecuación, avanzada.
Lo sensible, la experiencia, la asimilación,
no será, por siempre, la estrategia que conduzca
a la verdad: a la categoría esencial de lo buscado.
Cuando todo es perfecto, el momento preciso aparece.
A veces, tácticamente, separarse de las cosas es necesario,
morirse es preferible a la codicia o el rechazo
de las cualidades esenciales.
Hay que tener una meta distinguible, no confusa.
Quien pelea de esta manera no conocerá la niebla
que oculta el rostro de las cosas.
Buscará lo que hace que la cosa sea.
La fuente: lo que construye la materia
a partir de un éter luminoso.
La energía de la bienaventuranza.
El libro de la guerra
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