Thursday, October 09, 2008

La Diva

Serás llena de embriaguez y de dolor / por el cáliz de la soledad y desolación, por el cáliz de tu hermana Samaria.../ Y se prostituyeron con ellos, con todos los más escogidos hijos de los asirios / y
con todos aquellos / de quienes se enamoró, / se contaminó con todos los ídolos de ellos
: Ezequiel 23:, 7, 23


I have given all! ... dijo como apertura a la entrevista. La Diva sirvió dos coñaquitos. Sobre una mesa de centro colocó nerviosamente un calderito con perfectos cubitos de hielo. Supuse que una copita sería para mí. Mas ni me atreví a tomarla, porque observé que, a la primera oportunidad de cada ronda servida, sorbía la copa que supuse mía y no decía ni perdona.

Además, al contar sus bellacadas, una tras otra, me asqueaba con ella y, no por otra cosa que el hecho de que decía ah caray, hijodeputa, no sabía si a mí; pero a los más célebres productores con los que negoció sus contratos para cine y giras teatrales, endilgaba el don similar de ser pargos inmundos. Entonces, me consolé al pensar que no se refería a mí.

Sobre lo que ella viviría con los más chafas, pues, imagine usted qué dijo... Sin embargo, había una chispa de elocuencia, loca, repentina y desorganizada, que añadía cierto rigor y credibilidad a su vejez y su guapura y, por momentos, a la plática de sus descargas. A veces me tenía que auto-resucitar del eco malicioso de su retórica y salir del empequeñecimiento con que elaboraba anécdotas sobre los periodistas que se clavaron sobre sus mullidos sofás.

Decía que había ciertas vedettes, muy conocidas, a cual más bribona, que ofrecían las nalgas para que uno, el periodista fijara a un apoyo de cola su libreta de notas o enchufara el micrófono, si quería, cuando utilizaba grabadora, con pilas de poca carga. En sus nalgotas perfumadas habría agache y sostén. Nada es más prostituyente que vivir de la publicidad.

Estuve a punto de detener la entrevista, con rabiosas ganas de ubicarla en el carajo; pero renunciar al encargo sería una cobardía y lastimaría mi incipiente vida en la prensa. Al fin de cuentas, ella me abrió la entrada a su casa. ¡Y como tenía dinero en inmuebles y joyas esa perra malparida!

Me besó las mejillas con dos besotes que me secuestraron hacia el interior de su piso. Después ví que sacó álbumes de fotos y recortes de sus viejos cuadernos y portafolios. Uno tras otro, quería enseñarlo todo aquel día porque ya nadie joven ni respetable se acordaba de ella, ¿será?

Fue insufrible cuando se puso uno y otro de sus vestidos que aún conservaría, celosamente guardados, como galas de su farandulería... y uno esperándola por la prisa de entrar en materia e irse de una vez.

Mi admisión fue su pretexto para actuar y una cita a ciegas con sus propios fantasmas, en particular, los ya olvidados o menos frecuentes. Se maquillaba y desmaquillaba para tales espectros. Rescataba de su memoria, tan portentosa, los trozos predilectos de piezas teatrales, películas inéditas, monólogos que le dieron su fama. Así, por igual, reconstruía entrevistas que concedió, en su mejores tiempos de estelaridad. Rehacía entuertos y profetizaba como si Ezequiel dictara alguna nueva diatraba a la musa que la anima. Teorizaba.

Para ella, el teatro nació en Grecia cuando el hombre descubrió su introspección y sabía debatir con sus culpas, sin sucumbir en el desastre de las vergüenzas al punto de castrarse y oprimirse en favor de falsos cielos y redentores.

Esto es algo que sabe cualquier artista de verdad que haya nacido para dar espectáculo y dejar una huella en el ágora, en la plaz o, en las tablas. El arte es inmortalmente griego y se hizo una inmoralidad universal.


Cítame eso, carajo...

Encendí una grabadora. Al ver que no tomaba notas, como ella hubiese preferido, lanzó sus puyas. Entonces, ya a esta altura, con más tecnología a su disposición, según lamentó, las nuevas tendencias del cine y la televisión harían un impropio espectáculo de las realidades de la imaginación, basado en las meras cosas, en vaciedad o carencia de lo humano.

El espectáculo se ha despersonalizado. Un objeto inconexo sustituye al espíritu para que el actor o la actriz desaparezca.

En los tiempos del teatro verdadero, ¿quién fue la que danzara? Terpsícore y Polimnía. ¿Quién fue la que cantara? Una musa que creyó que la garganta es el pájaro más bello. Erato es la energía que te llena. Realmente cantas, no das berridos. Lo crees y lo transmites con plenitud. ¿Quién canta hoy? ¿Chalino Sánchez, Ezequiel Peña? ¿Tanta voz letrina y putilla en paños y payaso en chamarras de circo y de colores?

¿Quién convocaría la risa? Talía...

Ahora el teatro es una blasfemia de nacadas, una tras otra, puerco asco,, porque si subes un marrano como seudo-intérprete, vestido de colores, al director de escena da igual. La moda del mediocre es el suicidio. Tú lo admites todo por un pasito duranguense, tú le cantas a la mesa que más aplausa de un ZA-ZA-ZA de afásicos, imbéciles inveterados de la industria y lo más chusco...

La gente se entretiene con cosas, no con vidas, con empatía... Un cartel de marquesina da mayores méritos que la persona, llena de dioses con energía divina. Te igualan a Lassie, a la Mona Chita y hasta un estúpido robot, electrónicamente manejado, vale más que un carácter trágico de Melpómene... Con lo mejor que la Naturaleza ha impreso, con engramas de la evolución para comunicación y para disfrute del espíritu, han hecho burla y escarnio... Vea, hijo mío, todo es FADE OUT.

¿Dónde están las bellas, auténticamente bellas?


La diva cruza las piernas. Aún son bonitas, aunque más nerviosas que ágiles. Dice que ya suspendió su ejercitamiento. Estudió el ballet durante los primeros veinte años de su vida. Pero el ballet no lleva a ninguna parte cuando quieres mucho dinero en la bolsa.

Hace otros veinte años que el espectáculo verdadero subió a los corceles de los asirios.

¿Qué quiso decir con la metáfora?

No dí crédito a mi ignorancia. Es más seria que todo lo que imaginaba.

Ella recitaría a Ezequiel, pidiéndome que mudara mi cara de babieca, desfigurada por el rubor y el asombro, cara que le pareció más estúpida que lo que yo pude ser. Acaso, ¿creería yo que sus cinco matrimonios fueron productos del amor? No. Ella con descaro, lo confesaría:

¡Me degradé hasta lo indecible hasta que, al fin, supe que moriría sola, hastiada de tanto hombre fatuo y chupasangre!

Ni aún al primero de sus maridos quiso, confesó a quemarropa, entreteniéndose con algunas hipócritas carcajadas. Se hundió sobre el presunto macrofalo de uno y otro, y matriz adentro, del primero al último, jamás ninguno pudo fecundarla y dar el consuelo de una simiente para que, en los días de vejez, se jactara de haber sido madre. En aras de entrar a Hollywood, que es Sodoma, con sus crueldades, con su oropel vacío, se dejó querer. O desear.

Tuve que hacerlo. Te diría mentiras si lo quieres. Que no soy una criaturita de cuatro letras, p-u-t-a, que estoy más que olvidada, malcitada y deformada... pero, ¿para qué? Han crecido por millones, gracias a las revistas, quienes saben que no soy monedita de oro y que tengo menos virtudes que leyendas relacionada a mi vida... Yo vendí mi juventud al mejor postor y por más aplausos, me olvidé que la belleza a flor de piel, se acaba y sin saberlo. Y dejaste la vida en vano en manos ajenos el día que sigues creyendo que gustas a alguien que te aborrece porque ya no eres joven... Comencé tan niñuela que creí, siendo joven, que fui más vieja, creí que no se envejece y con la vejez se crece el olvido...

Antes, aún vendida por los precios y ambiciones que no puse ni inventé yo, no sabía lucrar. Obedecí a mi musa y a la carne... Creí que tendría el tiempo a mi favor y que el amor de los públicos sería fiel hasta el día de mi muerte y de mis arrugas... ¡Falso, falso!

Entonces, cuando joven, expresé toda la gracia que los griegos llamaban 'karités', agradabilidad de mi naturaleza femenina. Fui un sex-symbol... Amada por todos, aún por el neutro Don Nadie, que es uno y cada uno de ustedes. No sabía que otro mundo, de gente que me pudo amar mejor, más desinteresadamente, estaba inexplorado, en vidas privadas que jamás se acercaron al teatro y que jamás formaron ídolos ni aplaudieron a nInguna, pudiendo hacerlo con más pureza lo que yo... Por tanto, a esta gente ni las conocí ni me conocieron... Los que me amaron, que son los que contarían, al fin y a la postre, fueron los que me vieron crecer en el escenario, o endiosada en la pantalla...

Bailaba con muslos firmes y era un capullito sediento de sol, la auténtica Aglaia, radiante, sin arrugas, sin indicio de cansancio. Y nadie se molestó en educarme para que me fijara en un hombre, en un posible marido, en un cómplice que me viera desconectada de las musas y en casa, con jardines, niños, ropas en remojo, calderos y platos, que yo refregaría con mis propios puñitos y uñas...

¡Por eso estoy tan sola hoy!


Entonces, la ví llorar como lloran las divas terrenales...

Una cosecha de carcajadas se corta en su garganta cuando recuerda que su primera experiencia sexual fue con la masajista del teatro. Esta es la mujer que la recogió de los portales de un antro de Broadway, donde la dejaron envuelta en pañales. Es difícil saber quiénes fueron sus padres. No dejaron una nota. Un aviso. Habría sido la hija de nadie, pero una pareja de teatreros la recogió y la crió para los duros desafíos del baile.

Ahora mi entrevistada se queja de que se le pida que salga de su self generated crisis, a fin de redirecting frustrating feelings to lift self-esteem. Asegura que su agente, sus amigos productores, la membresía de Lo Nuestro, han sido advertidas por ella:
Mierda, yo no tengo complejitos ni complejotes. Mi contacto con las musas sigue pleno. It's in full swing. Lo que sucede es que hoy digo las verdades que no pude decir. Quisieran verme haciendo de abuelita boba, una Sara García o qué sé yo. No, no soy material para las telenovelas estúpidas.

¡Perdóneme usted!


Este es su punto: las musas de las que habla aún servirá a la divinidad de su meta cósmico-concreta y macro-inclusiva, no a las nimiedades de los seres individuales. La musa acompañante, el ángel o duende lorquiano de una diva (como ella es, cree ser una), creerá que cada actriz es sacerdotisa, incapaz de pensar egoicamente y de fijarse miras de corto alcance, como sería irse a la TV de México a dar lástima.

Hice cine en Europa y en Hollywood y teatro en Broadway. No quiero menos A la devoradora de dichas privadas y hogareñas, la musa la transforma en una mera espectadora, la que aplaude, no en protagonista sobre el plateau. Un adagio equívoco declara que de músicos, poetas y locos, todos tenemos un poco... Mentira. Al oírlo, lo rechaza de plano. No tengo un poco de locura de músico o poeta; yo, diva, me llené de divinidad. El verdadero arte es destino. Los dioses me pusieron en el teatro y el cine. Del pañal al escenario. No elegí. Fui echada a este mundo donde hoy me sacan. ¡Gente que no es divina, mercenarios!


La diva empina el último cognac de la botella, antes de echar un suspiro hondo como el tufo dulzón con que abofetea los cachetes del aire.

Olga Breeskin es una caricatura con un violín en la mano. Dále una escoba y es la misma estampa de arte chueco, de gato por liebre. Laura de León es una chiva que muge o una yegua en pantaletas... A más viejas, estas inmaduras personalidades se aferran a las máscaras que jamás llegaron a transformarse en espíritu, en presencia plena de musa... Creyeron que el arte está en los huesos, o las tetarras de silicón, como pintura o en la piel como escama o pellejo, como ridículo tattoo...

... Puedes creerte la más bella de las Gracias... Imagínate, Calé, hembra preciosa, adorada en Pafos y asociada a Venus, Afrodita. Hasta los espartanos más rudos y misóginos que los atenienses adoraban la imagen de la gracia en cuanto pedazo de carne y juventud; pues la gracia, lo femenino, lo sexualmente provocador, no es arte. Lo que es arte y catharsis es trágico. Es interpretación y purga.

María Félix es el simulacro femenino de Drácula... Yo sufro, con nervios, cada vez que escucho, en boca de animadoras que se anuncian como inteligentes y sensatas, que estos volúmenes de carnes y curvas, son guapuras, hembras de cuantía, majas en el sentido griego de járite, gracia voluptuosa, imágenes de la Venus ante la pupila universal del arte... y, de cierto, que les celebran el busto y las caderas como si se tratara de abundancias de mérito artístico, de calidad interpretativa... Sí. Ellas venden carne, su bustarro hecho con dos pencas de coco... Así de simple es el arte de ellas, abrirse la falda, soltar el calzón y provocar erecciones en cualquier matraco... Soy artista de otro tipo. Hice que mis pies sangraran hasta aprender a bailar; me preparé y me hice querer de las musas... Mi último papel en el cine hubiera sido con José Quintero que dirigió esa película sobre las ricas matronas de Norteamérica en Roma. Vivien Leigh me quitó el papel, porque no fui joven. The Roman Spring of Mrs. Stone es un bodrio, and I meant it.


¿Qué sería el espectáculo sin ese elemento erótico del cuerpo femenino?

«Hoy parece ser lo que más gusta», porfié.

Esto de que cara y pinta suplanta a la disciplina y aptitud. Esa es la vanidad prostituyente con que se prospera para medrar con arte chapucero. ¡Y aún yo lo tuve que hacer, es verdad! Conocí la amargura desde entonces... El 90% de una interpretación hay que sudarlo con las musas, sino la gloria es pasajera. Estas niñas, puras pimpettes de mi generación en Hollywood, de Leight a Lotte Lenya, son bisutería... Si la pechuga hace a la diva, yo renuncio. Si no se tiene una musa, su duendecito como decía Lorca, lía bártulos, nena, y a vender tortas a otro lado.


Dijo que se comía los codos de la ira cuando televisó cierto canal de México y vio que Ricardo Rocha sostenía el más cursilón mamarracho, dizque diálogo sobre los esplendores de La Doña. Lo había sintonizado y en toda una vida, con ojos pegados a la tele, nada fue más desmoralizador. Me sentí la puta más barata de la tierra. Y, en el papelón de ungir a María Félix como la divina pomada, él se pergeñaba como perro domesticado.

Si usted viene aquí y se deja pendejear por mí, ¿de qué han valido sus años en la Ibero o la Sorbona? En el juego de los gatos y los ratones, o los gatos y los poderosos, hay siempre uno más tonto y ese alza la cola del poderoso autólatra, cuya única función es la más contraria a las artes: oprimir a través de la negación de la catharsis. La María Bonita es el fraude más grande de la farándula mexicana. Cuando la supe creyéndose estrella en México y echando menosprecio sobre gente de mayor belleza y talento, dije: Esta bellaca lo va a echar todo a perder. En la rodada echará mi vida a la mierda... porque yo fui mejor. Ella comenzó a pendejear a lo más fino, auténtico y sólido, que había en México, de Agustín Lara a Diego Rivera, de Negrete a sabe dios qué otros y, sobre todo, empezó a cagar otras divas que sin jactancia, del modo cristalino con que las musas se expresan, servían a la divinidad, no a la lujuria.

Una yegua de lujo es lo que La Doña es... Ella es el trofeo que Calígula merece.

... Unos hombres creativos, como Lara o Diego Rivera, se merecen a una artista con musa, no un demónico parto de los montes que enloda por Europa la honra de los más finos hombres de México... y que un babieca como Rocha ofrezca el foro para que diga sus caballadas, mixtificándolas con un falso joie de vivre y citas de Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir, envenena mi alma, tan puta como ella, pero con la diferencia de que yo sé actuar, bailo, canto, me desnudé con gracia como pudo verse en películas que hice con Marcel Carne, Les Enfants du Paradis y Martin Ritt, el que dirigió Paris Blues...


Recuerdo que yo fui instruído: Esta vieja lengua suelta, cuando le piques la cresta, va a despotricar y no dejará una vaca sagrada, sin desgreñar...

La musa deja que tú crezcas, que florezcas, que te vuelvas radiante, alegre y hermosa. No te dice que hay ojos profanos que te comen y testículos hinchados en las braguetas. Estás exhibida como una fruta abierta, jugosa, presta al diente de cualquiera y no sientes culpa. Y una no piensa que esta es una agresión moral, sino una virtud, porque el arte es inmoral y serlo es una de sus bellezas más humanas. Lo que te monta sobre el falo del asirio es el precio. Cuando comienzas a querer dinero y el favor de una publicidad que Don Nadie maneja para los que son como él, mercenarios traficantes.

La diva dijo que no tuvo niñez. Una musa la raptó. La introdujo al teatro. Exhibió mi culo a los cuatro vientos. Y ella tenía trece años y su nombre ocupó una marquesina. Tenía la gracia de Eusofrine, la alegría, y la llamaron Friné, para que hiciera vodevil, desde pequeña.

Mas yo nunca tuve la soberbia de creer que yo fui la más bella de mis compañeras, o más bellas que las mujeres de mi barrio, de mi pueblo... Lo peor que pude ocurrir a una artista es que comiences a creerlo.


Dijo que, contrario a La Doña (María Félix), a ella no le gusta hablar del esplendor de la inteligencia. Ella no cree ser intelectual. Ni escribo libros ni los dicto. Y mis memorias serían tan chuscas y vulgares que me place más quedarme borracha y no recordarlas. Me proponen que las escriba. ¡Ah, qué mala leche! para quemar mi imagen yo sola y hacer más hediondo este abismo.

¡No, hijosdeputas, los escritores mentirosos!...


Y dijo que le vale cuatro carrizos que los periodistas ofrezcan tan hinchada pleitesía por La Doña y que la Academia Mexicana de Ciencias y Artes Cinematográficas conceda premios a una que otra putarraca... El acto de la self-promotion exije un tipo de gente especial: cómplices y profanadores de la artista, adoradores de Baal hecho propaganda y culto publicitario.

Ella no es una de ese tipo.


Ni fui ni seré ahora, ya vieja, una defensora de nada. ¡Sólo de un arte auténtico que ya a nadie le importa! No me pongo a hablar de los indios ni de Chiapas ni de las etnias jodidas o por joder. Cuando hubo hambre e injusticia en todas partes y, en especial, en mi cercanía, yo como La Doña me escapé a las zonas de seguridad y me cayó marido del cielo, con bolsos llenos de dólares, que los gasté, me los bebí, los jugué y supe que me vendía al mejor postor y que, con la misma lucidez con que festejé este logro de la mocedad y la belleza de entonces, tendría que lamentarlo cuando, con los años y las vejeces, el asirio se apartara y me dejara sin un papel, sin un reconocimiento... Este mundillo es duro e ingrato. Ahora vivo de los recuerdos de mi soledad...



Publicado en 1990, en: El Reportero Gráfico
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Leyendas históricas y cuentos coloraos
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