Friday, October 31, 2008

La semilla victoriosa

«La mejor victoria es vencer sin combatir»:
Sun Tzú, en El arte de la guerra

La victoria: el alimento asequible
para hoy y mañana, alimento que sea la vida
del futuro y derecho a la semilla y al agua.
Así no hay razón para homicidio ni guerra.

Pero hay victorias aún todavía mejores.
Que sea patrimonio de todos los pueblos
el gozo de cosecha porque la semilla no falta
y al agua la dará el buen río y la sana cañada.

Entonces, ¿qué ha de ser el combatir?
Combatir es saber que alguien obstruye
un río y lo ha reclamado para sí, combatir es
democratizar la semilla, siendo el pueblo.

Cuando el que no siembra privatiza, roba;
se va pasando de listo; dicta la necesidad
de agredir al que siembra. Lo obliga
al yugo indeseado.

Antes alimentarse fue derecho.
Fue de todos y todas, cada criatura.
Hoy es un privilegio. Dictum de pan amargo.
Hoy el alimento es una mercancía
de quien domina el campo, el dueño de tierras,
a veces ausentista. Un extranjero es propietario.
Una transnacional. Y el campesino
dice que no es justo. Y lo explotan por eso.
O lo callan. Lo combaten. Lo ignoran.

Por eso entiende que hay que vencerlo
cuando la victoria es el derecho al alimento.
Por eso hasta lo vence el hambre de la ira,
por eso combate hasta que venza el enojo.

Sin victoria, hay escasez y muerte,
y aún con ella, las dietas son impuestas
y el alimento es malo; se globaliza el gusto
en cada pueblo, a fin de mejor dominar
estómagos malnutridos, rostros hambreados
en trabajo; pero Sun Tzú tiene razón...

Hay que combatir el precio tan fuera de alcance
que tiene la cosecha. No hay que matar al dueño
en la batalla; no siempre. Mas hay que sembrar más
y proteger la tierra.

Hay que evitar que el propietario imponga
su tecnología, Terminator, y sacarlo
de los campos cuanto antes. El sólo un parásito
ni como abono sirve... sólo quien trabaja
es necesario en la victoria por el alimento,
sólo la semilla y el agua y, claro está,
las manos amorosas del labriego.

03-02-1988 /
El libro de la guerra

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El reclutador



Busco el alma de un guerrero.
Alguien a quien pueda decir: «No tengo rango».
Mi guerra es santidad, no solitaria. Soy uno más.
No soy rebaño. Mi convocatoria es gesto
del amor posible, del social instinto.
Me examino en una causa-junto-a-otros.

Estoy en aras del que escucha
y diluye opresiones. De uno a quien conmueva
el dolor de parto. Uno que sepa evitar
el daño innecesario. Uno que conozca
el territorio y que sea guía de todos,
no de sí mismo y su ventaja.

Es que la batalla será dura y acobarda.
El deber es una estética que no la carga uno.
Sólo es bella al separarse de egoísmos
No se cuaja con el protagonismo.
Estoy buscando un héroe colectivo.
Me dijeron que, en conjunto, tiene el nombre
de Pueblo y el apellido de Nación-Estado.

14-01-1991 /
El libro de la guerra

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Hay seres estrechos y mezquinos



Hay individuos, que son tan pocos en su alma,
seres estrechos y mezquinos, que sólo miran
lo que les conviene. Epocalmente, no son humanidad,
no abrazan a nadie, no conversan
en profundo, apenas con su ego.

Son los verdaderos cómplices,
latentes asesinos, cobardes de marca mayor,
pordioseros de poder, usurpadores.
Atados están a su ventaja desde el nacimiento.
No son justificables, no. Pero comprendo.
Básteme no ser como ellos, no buscarles,
no darle mi servicio.

Hay individuos así... provisionales.
Me provocan tristeza y hablan de Dios y de justicia.
Y son tan epocales, tan pequeños residuos,
cascarones vacíos. Están en guerra
como culebras que lamen a otras en un agujero.


14-01-1991 /
El libro de la guerra
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Como una granja de animales

a Pablo González Casanova


Hay una cáfila dominadora, subhumana, excluyente.
Una casta genocida, homofóbica, misógina,
homicida, que se inventó la estrategia
de opresión permanente de los mundos.
Para ellos, hay una humanidad innecesaria.
Una necesidad de control de poblaciones.

Históricamente, son ellos quienes urden
que no crezcan y que no se organicen.
Que se mueran de hambre, que no se multipliquen.
Que los roben, los encarcelen, los esclavicen.
Que los maten hasta que no circulen.

Pablo los llamó los asesinos de la Pacha-mama,
enemigos de la Madre Tierra, la Naturaleza misma
tan magnánimamente paridora, ubérrima,
generosa en sustancia, porque la Madre da el pasto,
la oveja, la llama, todo animal terrestre,
todo fruto, todo río, toda selva,
y en sus lagos, los peces, y en la navas
el hombre, la cultura agraria.

Hay una cáfila de metaciencia criminal,
urbana, intelectiva, que se inventa los modelos
de realidad infecunda. Prejuicios malthusianos.
Con la cultura oprobiosa se engañan,
ignorantemente satisfechos, cruelmente homicidas.
Son insensibles a la edad del mundo
y a toda providencia natural, ya sea el paisaje
o la geografía humana, planetaria.

Para ellos es su ciclo humano de egoísmo.
Quieren vivir, pero que no viva el futuro.
Sólo sus mogrollos programados
de acervo hereditario, míseros patrimonios.

No miran más allá de su lujuria cotidiana.
Fornican con sus apellidos, con sus cacicazgos
de virtual obsolescencia. Creen que pueden
apropiarse del samsara universal, evolucionario.

Grupos son provisionarios, tosudez
de la tacañaría, visión miope de los cavernarios
que cultivan fantasmagoría, privilegio
del poder trasnochado; son asesinos arcaicos.

Sus aldeas datan de remotos expedientes;
pero hoy se imponen de Vietnam a Guatemala.
A los indígenas recluyen en las reservaciones.
En Africa del Sur, dan los batustanes
y campos de concentración en Palestina.

Al globo de su economía neoliberal y assinante
lo conciben como Granja de Animales.
Es la utopía del horror que originó los ghettos
y campos de tortura de Hitler y Ariel Sharon.
Y hoy los ciberántropos pretenden
como el sueño-pesadilla
que debe consumarse para fines del siglo.


13-01-1991 /
El libro de la guerra

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Thursday, October 30, 2008

Las manos sucias


No quise yo las manos sucias
y el dolor estaba allí, pidiéndolas,
cayéndose de las uñas con su canción amarga
de ríos rojos y un fusil.

No iba el corazón a la alborada,
no iba con vuelo sobre la arena
del rostro del desierto, aornis.

Era una brigada aguerrida
de gusanos de Jacob,
shabat de lunas y lobos y tormentos.

No quise la estrella, no fue mazzal,
sino fuego odiosamente humano
y temeridad y medianía de consenso
lo que allí se produjo.

Sin aquel báculo biológico
que separó la sangre y la caída,
¿quién dirá soy rey, o se hará amar
por los soles más altos
en la mañana de Sión?

La señal nació al pelear con el ángel,
Peniel en la mirada, Peniel recóndito
en la carne; pero está descoyuntada
la cadera y el dolor sigue ahí,
chamuscado, frío en la ceniza de los años,
quieto en la noria, insurrecto.

No quise yo, girar así, ni aún naciéndome
en la herida de mi pueblo,
ni aún viendo mis manos sucias
mi paso, heroico y rengo.

El libro de la guerra
_______

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Para ganar una batalla

a Roger Williams y los proponentes
de libertad espiritual («soul-liberty»)

No creas que te ignoro, Gran Enemigo.
Tú eres el creador contemporáneo de Miseria.
Tú, imperial rival, eres el creador
de los desastres. Fuera y dentro de tus filas.
Crees que me tienes en tus manos, o que será
por siempre que me tengas. Te equivocas.

Por fortuna, no me has conocido. Esa es tu debilidad.
Que te quedaste en alabanza a lo pasivo.
Que tu desprecio no permite que a mi pueblo veas.
Que no me crees capaz, aunque yo estoy activo
y finja no estarlo; me dedico a conocerte.
Tu propia fuerza me nutre, y así podré vencerte.
Soy el guerrero clandestino.


2.


Estoy muy cerca, pero crees que estoy lejos.
La distancia afectiva nos separa.
Pero yo no me alejo. Cuando te venza,
sabrás que es justo. El desorden que juzgas
es sólo aparente. Es tu culpa que rabia.
Son tus imágenes de ansiedad que te sorpreden.
Voy a llegar como ladrón en la noche.

Sin saberlo me has tenido tendido en tu cama.
Te examino. Ya sé tus desnudeces.
Has querido fornicar con mi cuerpo,
pero te engaña la pretensión de que me has seducido.
Soy sólo una sombra del guerrero en silencio.

3.

Tú eres el general y tus tropas son falsas,
ciega obediencia, patriotismo cimentado
en crueldad, en rangos pordioseros.
De cristal quebradizo son los huesos
de tus soldados. Eso son: soldados fierros.

Todos los recursos en demasía los pusíste
en odio, en agredir al débil, en comértelo.
Has fabricado golem, demonios sin alma.
¡Y parecen temibles, gigantescos,
pero no para piedra del hondero!

Te has envanecido con los triunfos,
precarios; pero no son ejemplares.
Son crímenes, invasiones, intrigas.
Ahora el mundo sabe, en cada esquina,
que no eres respetable, como el Buen Guerrero.

¿Qué eres si no un salvaje armado,
el engañador, el síndrome cobarde,
qué eres, hiena, qué eres, ave de rapiña?
Tú no puedes ser el policía del mundo.

Los guerreros pueden, en secreto,
regresarte los golpes y hacerte que veas
el desamparo que te ubicas y que violará
tu violencia, tarde o temprano.

Van a dejarte solo y tendrás que irte.
Huirás sobre tu propio rastro.

Cuando estés encolerizado, tu autoridad
será fácilmente quebrantada.
Tu carácter y tu causa serán muy inestables.

4.

Quienes menos te aman en tus filas están
y te pervierten. Están enardecidos en la lujuria
de sus desconciertos. Están en Abu Ghraib
y en faenas de humillación ajena.

Ellos, sin saberlo, estimulan tu arrogancia.
No has cultivado la virtud guerrera.
Tú creas monstruos; de un niño formas
al criminal, al hombre-bestia.

De tu adversario real ya has emitido juicio:
«Somos por inferioridad de condiciones,
débiles, vencibles, incapaces, con destino
a tus manos impías, sucias de genocidio
y violencia innecesaria, desorganizadora».


Como a Hu a Mo Tun, tus tropas y tu pueblo
piden hasta lo que no tienes y cosas que si entregas
serán meras promesas, merma de tu imperio.
Más es tu arrogancia que tu riqueza,
porque eres nación-parasitaria.

No creas que te ignoro, Gran Enemigo.
Tú eres el creador contemporáneo de Miseria.

A distancia prudente, se esconde tu enemigo.
Tu grandioso estado, Hu, bien que puede
verse desmoralizado, abatido bajo un ataque sorpresa.

5.

«Ponle en aprietos y acósale. Si está en descanso, fatigadle.
Cuando vaya a socorrer a la derecha, atacad a la izquierda;
cuando vaya a socorrer a la izquierda, atacad a la derecha;
dejadle sin aliento haciéndole correr constantemente
de un lado para otro»:
Sun Tzu, en: Libro de la Guerra

¿Quién dijo que hay que tolerar la mentira
que fundas el robo, la agresión, la injusticia?
¿Quiénes los cobardes que te exaltan, Enemigo?
¿Quién te une para que oprimas el mundo?

No el Buen Guerrero. No cuentes conmigo.
El mundo no se aproxima al fin de la Historia,
Fukoyama. Al contrario, la Gran Madrugada
es apenas que comienza. La democracia occidental
no es este simulacro de fascismo que globalizas
y vendes por lealtades vendepatrias.

La cristiandad universal no este evangelismo
de fundamentalistas cuchilleros que avanzan
sobre Irak, Afganistán, Chechenia.
Los conflictos entre civilizaciones no son inevitables.
Se quitará Tu Mano de división entre pueblos
que desestabilizas, Monstruo del Cisma.

Dejarás de fracturar al mundo islámico y pervertir
las etnias: kurdos, árabes, persas, turcos,
pakistaníes e indonesios, no siempre entrarán
por tu aro, porque viene el Amanecer
y el Consolador de Naciones, el hombre bueno
que puebla la Esperanza, el Diálogo,
la Tierra fértil, la utopía.

6.

«Si está unido, divídele.
Enemistadle con sus aliados»:
Sun Tzu

Te atacaré por donde no lo esperas
con el arma del cambio. El corazón puede ser
generoso en lo que no has corrompido, Ser inmundo.
No se ha agotado la blandura noble del cimiento.

Lugares hay en los que, como enemigo,
no estás preparado, y ahí haré mi salida
porque no lo esperas. Seré más rápido
que tu mejor relámpago.

Yo conozco mejor que tú las consciencias.
Tú me llamas rival, tu enemigo, pero soy
quien más te ha amado y el mejor que te ha conocido
porque he sido un inmigrante en tus entrañas
y no dejé pasar la ocasión de consolar
tus anfitriones agredidos, tus indígenas diezmados,
lo más profundo de tu tierra. De tí hablé
con ellos, Colonizador de marras, anglosajón
de pezuña hendida y de colmillos asesinos.


03-11-1989 /
El libro de la guerra

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Yo estoy hecho de vida y de llanto


Yo estoy hecho de vida y de llanto.
No es arrogancia que lo diga y me festeje
al saberlo. Es un proceso entendido.
Y si no hay misericordia, la vida pesa mucho
(y hay que buscar la muerte por consuelo).

En todas las cosas y, en cada fase
y en cada rincón y tiempo del espacio,
la historia se acumula en la memoria
con su dosis de dolor, con sus faenas
de alegría, cosecha amplia, de ambas.
Sin llanto no es posible el silencio.
Ni el aprendizaje ni el sudor debido.

Yo estoy hecho de las posibles causas
(y del reto con que mi esfuerzo golpea
mucho o poco; pero siempre estoy sediento
del ratico de amor, puñado de esperanza.
Por eso me abrazo hasta de quien no debo.

A menudo me callan, me arrinconan.
Es que me canso. Hay límites, reglas,
fibras dolientes en el cuerpo.
Y si uno no se dobla, porque quiere ser rígido,
se parte el tallo en dos y el alma se hace añicos.

Tengo que callar muchas veces.
A veces me toca avergonzarme;
yo lloro a solas y quiero ser
valiente y siempre hombre.

En ocasiones, prefiero la dulzura.
Mis panes son amargos, no siempre
abundantes ni satisfactorios. Doy de mí
lo que puedo; sonrío al dar y ser acepto.
Con los tiernos, el pan amargo es sabroso.

Es cierto que no toda la gente me gusta;
me place, empero, aquello que comprendo.
Yo soy ignorante, por regla general
como son todos... Tratar con los excepcionales
es casi privilegio. Lo sé.
No soy privilegiado de tener a mi lado
a los que anhelo y yo aprendiendo.

Me agrada teorizar, darme a utopías
e hilvanar las hipótesis, salgo a verificar.
Me encanta el mundo.

No será sólo una vez que se me diga:
«No sé si eres curioso, o más entrometido».
También sé que me equivoco.
Son muchas veces y sufro por ello,
pero hay vida hasta en el equivocarse
y me gusta la vida, sin temer a la muerte.

No es por jactancia. Con suerte me coincido
con el que me aventaja, yo pago el precio.
Me supero y me digo torpe, humano.

Me cuesta el llanto un poquito sublime
de la vida y el mérito.
Sí, yo estoy hecho de vida y de llanto.


2.

Lo sé porque he visto a los hombres herméticos.
Ya sé cómo funcionan, cómo duele el conocerlos.
He entrado a sus casas, a sus oficinas.

Me colé en rincones, horarios, agendas,
a fin de saber las ardides con que atrapan,
despiden, menosprecian. Se esconden
para urdir que te vayas de su presencia
y no vuelvas a verlos ni a comunicarte.

Levantan la nariz con mucho orgullo.
Miran por encima del hombro.
Te matan con las miradas.
O una palabra que es desprecio.

Conozco la falsa higiene de sus vidas.
Cómo amueblan su piso,
con qué alfombras se sienten satisfechos.
El credo de apantallar. El despilfarro.

Ví cómo decoran sus caprichos,
cómo resuellan en aire acondicionado.
No sudan. No saben qué es eso.

Supe de una corbata que acariciaba
un cuello, zapatos, relojes, toda
una fortuna gastada por un hombre vacío.
En rigor, el más cruel y despiadado
de los hombres.

Y le ví comprar sus calzoncillos,
por igual, y cosas que no se ven
y son sus vanidades; nunca escuché
alguien tan vital y espiritualmente pobre.

Por el perfume, sin chistar, pagan lo que pida
una marca y se lavan el aliento a cada rato
y lo piensan para extender su mano
y saludar a otros. O dar un limosna.

Una vez que extendí la mano por saludo,
me dejaron por legado el mismo asco
con que se reprueba al leproso.

Los herméticos cuidan sus palabras.
Las esconden, economizan; sin embargo, dan
ciertos indescifrables repertorios, verbos que ocultan
lo que harán de veras, adjetivos que engañan
la propiedad del sentido, sustantivos
que adornan y ennoblecen la incoherencia.

Por eso no me gusta escucharlos
con respeto; no me gusta la esencia mentirosa
ni la palabra hueca ni la intención fría
del que piensa que habla y, más bien,
se deshabla conmigo.

Hay quien tiene por palabras un certero modo
de callarse, hay bocas que son trampas sonoras.
Hay asesinatos que son citas con la lengua
que vendrá a ejecutarte con engaño.

Pero yo no les tengo miedo.
Experimento una pena, siento llanto.
Son la parte triste de la vida.


3.

Los herméticos son a veces infelices.
Picos de oro, con mucho miedo dentro.
Son enfermos con temor a ser risueños.
Son pretendidamente solemnes, muy formales.
En verdad, seres con poca vida y temerarios.

Les falta calidez, cuando no, la buena voluntad.
No te tocan ni con la vara larga.
Mucho menos, con la punta de sus dedos.
Son la higiene por fuera con lo sucio por dentro.

Yo no digo que no tengan derecho
a ser como son. Es su asunto.
El mío: saber si les quiero o no les quiero.
Si les abrazo es con lástima y silencio.


4.

Sé que existen hombres falsamente exquisitos.
Son los pluscuanperfectos. En su opinión, tan solo.
Especulo que les humillará que ya sepan
que defecan inevitablemente y que su mierda huele
(Sí, no hay mierda fina. Quien crea que exista
que vaya y se la coma y no me invite).

Digo que el mejor vino o champagne se orina.
Y ellos no cagan oro, sino el doblón de angustia
de la animalidad estéril, degradante evidencia
de que la vida no se forja por devorarse
un ángel perfumado de alimento.

Comprendo qué vulnerables son
por ser sustancia, albúmina que se encuentra
con el alma y se empeña en decir:
«Después de todo, somos biología,
carne del karma». Yo soy un gimo biológico.


5.

Sí, yo estoy lleno de vida y de llanto.
Contrario a los herméticos, me gusta esa sincera,
alboratada risa, del humilde, su palabra sin resabios
de jactancia, su energía bruta, su buena mala palabra
que estremece, contagia, porque pega en el blanco.

Son como puños que no quieren lastimar
y se tiran con la fuerza de huracanes
y hablan del dolor, la pasión, la alegría,
valores que son posibles cuando se es honesto
y la pobreza jode y el alma se va purificando
como puede; cómo mi propia vida que a menudo
llora en silencio para sobrevivirse y alzar
cresta para el día que viene con retos más profundos.

Yo estoy lleno de vida porque creo
en paisajes, en ríos y árboles,
a más selva, mejor, a más montaña,
mejores los olores, me gusta la sustancia
intensa que golpea el olfato dulcemente
como el puño de palabras del ignorante humilde.

Me gusta, no el arrabal. No. La gente que el arrabal
no mata. La decencia que no pervierte el prostíbulo,
y aún sigue placentera como golfa hermosa;
me gusta el peligro que no esconde un puñal
ni un criminal cobarde y pendenciero.

Me gusta el hambre compartida
como si fuera pan, o dolor que bendice;
a rosquillas me saben las satisfacciones de lo poco
en comunión y la alegría que mata la escasez
como milagros y el trabajo que da una meta
y todo lo que proteje y me vincula a otros
para sentirse querido me requete-divierte.

Me apasionan las soledades que son creativas
y que se salen de sí, compenetrantes,
aunque no haya palabras.
El acto de por sí conversa
callado, disimulando
lo que pudo ser ruido pretencioso.



03-09-2002 /
El libro de la guerra

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Ahora me matan así


A los jóvenes del ghetto

Por andar por una calle con mi pena.
Por ser desprevenido y solo,
por no poder contar con nadie que me ayude,
ahora es, sin elegancia, que me matan.

Ofrecen una soga a quien todavía
no ha ahorcado su tristeza.
Te mienten, utilizan la palabra hipócrita,
consigna disfrazada de inteligentes garfios.

Asesinan con saña cuchillera
gentes perfumadas con preciso oportunismo,
gente hedionda en márgenes de seguridad burguesa,
pretendidamente inteligente y filantrópica,
aunque sea la arrogancia logrera de unos necios,
ciegos, egoístas, enfermos por encargo.

Nos desprecian por elitismo programado.
Ahora te matan los que posan
su inocencia policíaca lo mismo que los viles
cuya calaña es obvia como la metralleta
de narcos; te matan a cualquier edad
y por cualquier pretexto.

Los gobiernos ya no protejen a otra gente
que su círculo de benditos por su gracia.
Este es un mundo en que se maldice
al pobre y se le mata.

2.


Ahora es un niño quien circula la muerte
y te mata la tersura de los sesos,
neuronas remanentes, expectativa
de un poco de futuro hacia tus años.

Tiran navajas en los patios de la escuela.
Venden dulces de fresa que son pura heroína,
alquitrán de sustancias venenosas.
Queso para la rata inocente que la anhela.

Te piden que no creas en nada.
Te viola el padre, te corrompe
el que se llama tu amigo.
Te prostituye un sistema fraterno de enemigos.

Te mata un adolescente y te encarcela
un viejo cascarrabias; te mata por los votos
el legislador más infecundo. Una anciana soez
cultiva prejuicios como si fueran rosas
en el jardín de sus ojos chismosos
... porque no le gusta tu rostro por vecino.

Cualquiera te chotea, amparado
por un gesto policíaco y falsa noción
de dar servicio, sin sublimar el odio.

3.


Tu cabeza se pide en titulares de nota roja.
El angelicado parroquiano ajota las crueldades
contra tí, infeliz. Son perros de caza, nuevos perros
de moral neo-evangélica, neopuritana.

Vota en tu contra un pordiosero que sabe tu hambre
y tu abandono. A tu mundo lo llenan de alambradas,
de barrotes, de escupidos, de etiquetas
que fabrican estigmas y confabulaciones.

A tu pueblo lo llenan de cercos y redadas.
Piden muros, mano dura. A tu comunidad
la vuelven tu calvario, porque siempre te comparan,
te empobrecen, te compiten, te disparan
en las sombras... tan cobardes.
Con banderas de odio te hacen paria.

Con mercados te quitan la salud, el pan diario,
la ambición si alguna pudo al fin y al cabo
esconderse en tu alma, pese a la presión social
de tantos hijodeputas con edades diversas.

Has dejado de ser una persona.
Has dejado de ser niño.
Eres prescindible en todo y para todo.
No eres ciudadano ni de un rincón infame.

Te matan [porque pareces inservible,
aunque tú no lo creas y sólo sepas
que estás desesperado] en el infierno crujiente
de tus días y el amplio rescoldo de desesperaciones.

Tus gritos por ayuda ya nadie los oye.
El buen vecino es un criminal siquitrillado
y tú, la víctima ideal, tú, por vulnerable.

Por vivir en la pobreza que empobrece,
en el lado equivocado de la bienventuranza,
te matan así, sin precaución, sin elegancia,
sin la disculpa del asesino que lo pide,
lo ejecuta, lo proclama.


23-02-1997 /
El libro de la guerra

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Wednesday, October 29, 2008

La guerra viva de mí mismo


En estas naciones de las que yo soy hijo
sobrevivo. El matiz de ansiedad lo llevo
a todas partes, sin un segundo dichoso.
No puedo ser feliz. El desempleo me sorprende
en las esquinas; el subempleo me atosiga
en las tardes. La miseria me desvela en la noche.
El hambre a menudo migas hace la esperanza.

Yo no puedo ser ingenuo.
No puedo ser profundo a menos que el dolor
me hable o me ensordezca; apenas puedo ser certero.
Lo económico está bajo mis pies. Es el derrumbe.
Es el trasfondo, es el vacío donde creo
estar en pie y voy apenas levitando, en arrastre,
trepidatorio como el temblor de fondo,
como lagarto tragado y sacudiente en los cimientos.

Esta es la expresión cultural
del país en que vivo, el sentimiento que doy
sobre mí, si me preguntan: cómo se siente
ser hijo de mi mundo, en qué lugar se encuentra
mi tumba cotidiana, desde qué hemisferio
me lanzo del Puente de Varolio.

Lo que necesito nunca está disponible.
Nunca acabaré de serme conciliado.
Me sala la identidad confrontativa.
Esta constante ansiedad tan desdichada
que la gente tapa con mentiras
y con falsos gozos. Con estruendo.
Con escape, con música de viento y de tambores.

Sí... me siento herido, enojado, en guerra,
en carne viva, en orfandad, en grito.
Camino por las calles, maldiciendo.
Y, claro está, yo sí veo de dónde vengo,
aunque no tenga la fe de un destino por futuro.
Yo soy la guerra viva de mí mismo.

03-02-1999 /
El libro de la guerra

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La víctima diaria y disponible


Vive en un país que defiende la esperanza,
aún no cuajada. Puede que él no llegue ni a los 50 años.
Hay edades límites en su país. En promedio nadie
vive más de eso en la Tierra de las Montañas
y los viejos dioses arahuacos.

Menos de un tercio de la gente sabe si habrá
qué comer ese día, esa noche, a la siguiente mañana.
Vive en un país donde el hambre se halla
dondequiera y se agradece una limosna al pordiosero.

La mitad de la gente no sabe lo que es agua potable.
La mitad de la niñez, en cualquier pueblo que vayas
si estás tu en la tierra de ese hombre, es desnutrido.
Dos terceras partes de la gente allí siquiera ha visto
un bombillo. La electricidad es un invento
que conocen tan pocos, es cosa de extrajeros,
es cosa de maestros, es un evangelio del futuro.

Es que los pobres del pueblo
(al que este hombre
pertenece, a su defecto)
a la electricidad jamás se dio acceso
y lo que sobra, como sentimiento,
es el coraje que vuelca a casi todos
a las calles a gritar como rebeldes.

El precio del arroz subió un 15%,
el desempleo no baja y la presencia
de tropas origina más fastidio que orden,
porque el odio es lo unico que parece abundante
en un pueblo como éste, donde la ONU ha invitado
dizque en misión humanitaria
a 9,000 efectivos de metralla al patrullaje.

Son soldados blancos que vigilan a negros.
Todos dispuestos, por mandato,
a quitar de las bocas su grito de protesta
y de esperanza: el negro que camine silencioso
o que no provoque. Le sobraría un balazo en las sienes
por la ONU, por la FAO. Son razones y mandatos
humanitarios simplemente.

El hombre vive en un país
donde ser negro quiere decir salvaje
(donde la crisis energética es no sólo asunto
del combustible ausente, sin luz eléctrica
en las calles ni en las casas. mienta la energía
que roban los vampiros, hambreadores).

Aquí nadie da trabajo ni construye.
Aquí se hará corrales [para que sobrevivan]
pero no infraestructura. Y es lo que observa
este hombres con las ganas de irse...

Nadie ofrece su fuerza productiva, su mano
anhelosa de trabajo, más barata
que el haitiano y la sociedad capitalista mundial
proteje a su manera ese recurso, dice que
hay que tenerlos en observación humanitaria;
no permitir que tengan satisfechos apetitos,
panza llena, amores por el lujo,
las gratas conveniencias.

Se necesita un esclavo, técnicamente libre,
pero siempre dependiente y disponible...
Un hombre que camina la ciudad de Puerto Prince
medita en todo ésto, lleno de hambre
y también de esperanza.


14-07-2000 /
El libro de la guerra
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El enemigo tiene muchos nombres

«Los EE.UU. ha exportado armas por más de 152 mil millones de dólares a otros estados nacionales. La mayoría de los países (más de 100) tiene un presupuesto militar anual menor a mil millones de dólares, es decir, más o menos lo que el Pentágono gasta en un día...»: Robert Hinde: «Undermining the institution of war» (International crisis and war, Peace Research Abstracts Journal, febrero de 1999)


Como enemigos, los más temibles son los que no tienen
alma-espíritu, pero tienen nombres; carecen de humanidad,
mas con muchas cabezas; son Gorgonas,
pero su unidad es ofertar destrucción y sufrimiento.
No habría paz si no se comprara su producto:
el ARMA que la impone. El que quiera la PAZ
compre el garrote. Haga la guerra.

Como enemigos, los más difíciles de vencer
son los que son institucionales.
Su oferta crece en la demanda de cualquier
mercado de los mundos, rico o pobre.

Este enemigo lujurioso es la Ramera Escarlata
de los a(r)magedones. Ella se da derechos
y cumple sus deberes: a los fundamentalistas
insta, exempli gratia, «
Ensálzate con sangre;
batalla por mi dogma esclavizante».


«Sacrifícate», dice al nacionalismo chapucero
y les da armas, directamente o en las sombras
de los contrabando; «Trabájame; yo pago bien»,
dice a los sabios, a los ejecutivos industriales,
a los políticos del complejo militar-industrial-científico.
«Vayan al campo de batalla», dice al personal médico.
Vayan por la patria porque hay soldados heridos
y civiles muertos, sin quererlo.

Yo pienso que batallo contra la institución más abominable.
La industria de la guerra. No. No.
Ningún soldado es mi enemigo verdadero.
Soy un Perseo iluso, formado por la lluvia
del Akasha de los cielos, lluvia dorada
que me dio el ser
en el vientre más sediento de justicia.
No agredo al hombre: destruyo el arma
que tendrá en sus manos
Mis enemigos son gorgóneos.
No tienen corazón; son seres de piedras,
seres-hidras, seres empedernidos
con la bajeza de las víboras venenosas.
Pero tienen nombres:
Lockheed Martin Corp.
Raytheon Co.
Boeing Co.
Northrop Grumman Corp.
General Dynamics Corp.
TRW Inc.
Science Applications International Corp.
United Technologies Corp.
Honeywell Inc.
EADS, BAE Systems y tantos más...

02-09-2000 /
El libro de la guerra
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Tuesday, October 28, 2008

A Max Stirner


No tiene mi ser / ni mi persona / ni el árbol
que ha crecido en mis jardines,
abstracción que sobreviva.

Mi realidad no es absoluta, mis pobres huesos
son como un tronco derribable y cuando cae se pudre.
Todo lo que me une a otros son como hormigas
que muerden por su propia causa, quieren vivir
también, pero me pudren...

Y lo que creyó que estaría tan vertical y erecto
se derriba, cesa ante otras causas y necesidades.
Todo lo que tengo en común con otros
es sólo relativo. Ni mi unicidad se exime de peligro.

A relacionarse a mí viene el bueno y el malo,
el que me bendice y el que afrenta mi sombra
y me niega raíces en su mundo.

Pero yo quiero tener el ser, o forjar algo que sea
el fundamento de toda relación posible.


2.


Quiero escuchar la voz pequeña, anónima,
nacida tan profunda, que no sé de qué ha nacido
ni por qué en mí buscó cobijo; se hizo, sin meditarlo,
mi esperanza y la reclamó la realidad como un recurso.

¿De quién más lo es, aunque yo no lo quiera?
¿Nació lo real para quitármelo todo?
¿De quiénes la esperanza se hizo amiga si a menudo
se disfraza de cinismo, de voluntad contra sí
y de silencio duro, tan incomunicable?

Ví el afán de cooperación mutua irse tan lejos
que me quedé sediento de compromiso voluntario.
Aún así, yo la llamé en dias de angustia.
Oírla quise cuando estuve en mi final
tan quebrantado, oírla en el comienzo
cuando la muerte es lo único que queda.


3.

¡Qué bien me hizo vivir oyendo
desde la autarchía lo que tiene sus límites
y se gobierna por ellos, porque cada árbol
tiene su raíz, aunque beba de las mismas aguas
debajo de la tierra de las que beben todos!

¡Qué bueno que soy hedónico y disfruto
esas aguas, sin que pretenda quitárselas a otro!
Algo en común tenemos quienes no competimos,
aunque seamos en el mismo bosque, o nos veamos
de árbol a árbol, como bocas utilitarias
que chupan de la tierra para sobrevivirse!


30-03-2002 /
El libro de la guerra

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Monday, October 27, 2008

Erinas / Necesidades afectivas


Hay necesidades que no se ven y vociferan.
Sólo uno las oye. Las oye desde un En Sí que es tan profundo
que los otros dicen:
No existe, no es posible.
Uno sí lleva esos procesos por dentro y hasta los dientes.
Se vuelven calaveras.

Existen unas violencias que muerden subterráneamente,
ignotas para el prójimo. Y muerden como colmillos y molares.
Son venganzas. Tisífone. Celo de Megara.

Ira constante de Alecto.
Son hijas de las noches de miseria.

Son furias de una escasez profunda.
Son necesidades afectivas en la oscuridad de los crímenes.
Voces que piden ser clarificadoras, piden compensaciones.

Son tan monstruosas como el crimen mismo que no ha sido
llorado, que no ha sido resuelto, el que a ninguno importara
porque la ley es ciega y el corazón es duro.
Necesidad que la ética ignora, ética sin ley
que vocifera adentro y que ninguno escucha.

Afloran y nadie quiere verlas: es porque uno es pordiosero
con la puerta cerrada, uno es el extraño, el extranjero,
uno es el favorito para que se le haga guerra
y se le mate en la esquina, uno es menos que un perro.

Como Erinas se siente el corazón sin que haya ojos
para verse uno mismo.


Uno tiene serpientes como pensamientos,
enredosas serpientes, para las que no hay caricias.
Uno da miedo y tiene miedo y el miedo lo persigue.
Uno es un suplicante con una madre muerta
por una mano amante, la de Orestes,
y uno asesina hasta las sombras que avanzan
el oscuro desierto, el alma.


01-07-2000 /
El libro de la guerra
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De Antístines a Diógenes / Homenaje a Pan / Homenaje a Epicuro / Oustanding writer: Carlos López Dzur / Somos Primos / Carlos López Dzur y la Generación del '70 / Argos: Las Esfinges


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El cadáver inicial


Habría comenzado en tí, Sustancia.
Eres mi inicial abecedario.
Una sílaba de fuego, el mínimo hito de esperanza.
Seas lo que seas, ente, yo quise sentirte.
A tí me debo y no diría: «Te quiero ver herida.
Sé fugaz, sé a miserias, tan poca que no sirvas».

Te quise inmensa, gorda, creciente y, por oposición,
te empequeñeces, te eliminas minuto por minuto.
Te exterminan, te bombardean, te capturan.
Me eliminas así, me asedias tal como no eres.
A mí que te llevo en el alma, territorialmente acepta,
soberanamente nivelada a mis ansias.

Tú eres lo que va desapareciendo de mi espacio.
Eres el escombro que percibo; me niegas conexiones.
Estás cercada, interrogada por extraños.
No sé cómo te han despedazado.
Han cortado de mí tus raíces.
Me escinden, me apagan como una brasa
que aún quema y arde y lastima.
Te echaron de mi lado y me doy cuenta
porque ya no tengo el abrazo de ninguno.
Han fundado la soledad en mis rincones.

Ahora es que duele que no tenga tu cariño.
Sustancia, si alguno que me conozca la tuviera
por engendro, yo no estaría tan triste, no me saldría
la sangre ni estaría tan friolento. Ahora sé
que estoy herido y te veo en los campos de batalla,
tú, tendida igual que yo, convertida en el humo
de la herida, recién abierta, con el resuello
del cariño disperso al pie de una cureña.

Habría comenzado en tí mi vida, Sustancia.
¡Pero estás exangüe! Y sólo oigo la jactancia de los victoriosos.
«Que ella muera, que tú mueras, que muera el beso, el mimo,
tus piojitos que mueran, tu voz ternurosa, tú, madre,
que mueras con el regazo seco, con tus afectos
apenas convertidos en nanas, que mueras, esposa mía,
con tus necesidades de erotismo básicos,
que mueras, hermana mía, que mueras,
varón de mi progenie, que mueras, patria mía».


19-07-2000 /
El libro de la guerra
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El obediente

Soy el inocente que siempre obedezco,
el soldado de plomo, la cicatriz del pecho ajeno;
el ciudadano, el moscamuerta honesto,
el aguafiestas santo, el que inventó la fe
para iniciar la cruzada de las que minan puertos
y envenenan ríos, o queman pastizales.

Reparto mendrugos,
me paseo por las tumbas con estómago
de hierro y la frente alta
por deber cumplido;
yo soy el héroe de la pata chueca,
quien de las greñas levanto calaveras
de niñas decapitadas, carne de cañón
de My Lai y Song Me entre bambúes,
y a mi tierra regreso
como un cupido alado,
ángel bochornosamente desnudo
con homicidios y rencor sublimizados.

Yo soy el Sacro Imperio
y la espada romana,
el que quiere al bizantino
con rodillas peladas
y una cultura de eunucos que aran la mar
de bitumul y azóe y sementeras ardientes,
aquellos sin sal en la mollera,
sin cánticos de placer,
sin aventura y sin curiosidad,
sin nada que ganar en el paisaje.

Como el rajputa de Kana Uj,
doy la ley antes que Moisés
y desfiguro mandalas
para que los arios vocalicen
sus gárgaras de gathas
mientras la negra piel se revienta.

Como franco que invade la Bohemia,
abro la Gran Cantina
y juego con mis naipes
a las suertes con la gitanada y los tahures;
yo soy la Europa de la Edad de las Tinieblas
y el que trajo la plaga que carcome
y las sarnas y las viruelas y la sífilis.

Y soy el consolado
con comenzón virilicente
que exorcizo a puro coito a los demonios.
No se me burlará en la Danza de la Muerte;
yo soy Eric el Rojo en la colonia vikinga
y Olaf de Noruega en el cerco de Londres
y Swey de Dinamarca que busca lo mismo
y soy el inglés sobre el celta,
el godo sobre el romano.

Yo soy la tribu eslava
que Alemania aturde
y el judaismo mesopotámico
filtrado hasta Navarra,
soy el danés que escapa a Normandía...
El veterano, hijo del batallón
de los que nada debo,
sino mi comando de humanitarismo,
echar entre bocas del hambre
estas limosnas federales de pan,
toques de queda, refugios y alambradas,
yo soy el que diseño el Destino Manifiesto
y el que abro los mercados,
la voz de la deténte...

2.

Por obediencia, ¿se habrá de renunciar
a valores reales, a principios?
Por disciplina y deber:
¿tendrá cualquier horda en uniforme
que ladrar rumbo a villas, a su paso,
ruidosos zancos de falsos inocentes.
Para mí, son perros que masacran civiles
antes de dar veinte mil dentelladas a sus iguales.

Nada ha sido más retrógrado
(ni aún Nimrod)
que estos tiempos
que armarn el rostro humano
con rangos de rencor indefinido
y marchan a matar, organizadamente,
con ciego impulso
en aras de ofrenda amarga
tras sus ritos censurantes y sangrientos.


01-04-1999 / El libro de la guerra

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