... no hay un devenir, sino un Ser... si queréis el gozo del universo, tornáos a ese Uno / Todo, que al perfecto reposo os invita, porque no tiene cambios, ni movimientos, sólo razón de su Ser»: Parménides de Elea (520-460 a.C.), fundador de la Metafísica
El sabio vio el corazón intrépido de una mujer a la que llamó Sofía de Nus. Para los hombres, de corazón indeciso, no fue visible ni inferible el disfrute que de ella es obtensible al conocerla. Tensos entre mundos de simulacros, sensaciones múltiples, cansancio por la inagotable contrariedad de sus intentos, el hombre mortal y finito ni se va ni se viene. Queda en mongas tentativas.
Pero él, siendo también un ens creatum, la vio por detrás y por delante. Sofía de Nus es ente macizo como una esfera. La redondez de sus nalgas quitan el aliento. Esa redondez (o visión de Nus) sólo aparece para seres arrechados que creen en un Gozo sostenido, sin que tengan que romperse los riñones, moviendo el culo por un orgasmo de escasos segundos y, después a recuperarse para el nuevo palo y pervivirse así, en ese agónico mete-saca, de significado espúreo.
No. El sabio cree en la Erección permanente, natural y eterna, en el Deseo intenso, pero inmóvil. En ver el más allá de la nalga. En encarar la Vulva mística. En follar hasta en el Séptimo Día y en las edades del porvenir.
Esto no se lo enseñó ningún presocrático. Lo aprendió guiñándole un ojito a Nus. Hizo sus reposos reflexivos antes de dar el paso final con la Bologna Flap-Over. Según informó él, en la Calle Dolor, Esquina Sufrimiento, vio a Sofía por primera vez, quietecita, leyendo del Colofón de Jenófanes.
La rodeó, en aras de la vía de la aviada. Quiso verle esas dos esferas nalgatorias, armonizadas a la altura del ano y, como quien no quiere, pero quiere, en la vía de la opinion de los mortales, después de ver su traserito perfecto, dio cara con su Bikini biscuit, o sus bosques amazónicos que son lo mismo.
¡Qué divina! La visión noética es una piraña para el pene. Desalienta a muchos. No obstante, con ella es distinto. Su vulva es mística, no una caja de Pandora.
Recuerda cuando Sofía cruzó la pierna sabiendo que él, simple mortal, pela-bananas, pulidor solitario de su bayoneta existencial, se la estuvo ligando desde el banco delantero de la Plaza de Bologna. No disparaba un chícharo, pero los ojos se daban banquete, porque la sensibilidad corporal es así. Se hincha como una bolsa de aire; pero, a la hora de actuar, no hay certezas ni valor.
Muchas interrogantes acerca del ser de las cosas hay para el filósofo pendejo e irresoluto que nada hará con esos entes que han llegado a ser y son ahora.
«Y que luego perecerán después de haberse desarrollado».
La opinión mortal juega con nombres determinados, pero ya no discierne que lo que es...
«... es y no necesita nombres».
Tenía mucha frustración pues, siendo filósofo, no se atrevía ir ante la mujer / aparición de Nus y decirle lo que piensa, compartiéndole su dyada.
Respiró hondo. Para luego es tarde. Ella tiró la casa por la ventana al despatarrarse tan provocativamente. Este huevo quiere sal, meditó él.
«Nena, no me abras las piernas así; yo soy filósofo de la pollanga, intrépido de la verdad de tus calzones y, me atrevo hoy a acercarme a tí, porque creo que ví pelos, un chocho místico, ¿eh?»
«Es cierto. Soy la Verdad Desnuda. Si tu corazón intrépido levanta la vista más arriba, verá mi ombligo, donde tengo una argollita de oro y, más arriba, mis senos al descubierto», admitió ella tan oronda y tranquila.
Sus varoniles manos habían vivido como sus mejores amigas. Mas este día cambió la existencia del filósofo, encantador de su propia cobra y, derramador de su propio Dishonorable Discharge. Sofía y él comenzaron a ser íntimos para que él aprendiera que hay vías completamente impracticables, o indeseables, en la búsqueda de la verdad y el gozo. Por ejemplo, es tan estúpido querer saber sobre lo que no es y no es necesario que sea, como meter un leño por el agujero de un alfiler.
«No se puede conocer lo que no es. Ni decirlo», le dijo Sofía.
A fin de llegar a más íntimos recovecos de lo que pueda ser mera opinión y vía verificadora, consoladora y experimental de la verdad y la sensación, ella dejaba que él metiera mano. Que dedeara bajo su clítoris los túneles de lo auténtico y real.
La Vulva Mística existe y es cognoscible. Así aprendió lo enjundioso de preguntar ¿qué es (ésto)? y gracias a la persuación tuvo visiones intelectuales e inmediatas del Uno eterno / Nus divino, vivió en la Unidad del Cosmos, comiéndose a sophia, poro por poro y por entero, con el cuidado y la cautela necesaria para no antojarse de lo que no es ni puede ser. Y vivieron felices toda la vida.
Irvine, California
1-12-1998 / Leyendas históricas y cuentos coloraos
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Indice / El pueblo en sombras / Cuaderno de amor a Haití / La vulva mística / Evaristo y La Trevi
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