Te habría llamado mi esperanza
por tu sola cercanía.
Te esperaba con la necesidad
por sombra y el cielo de mis ojos
se cubría de escarabajos.
Tu olor me habría servido de alimento,
tu aliento habría sido mi tejido
o quizás, un primer beso
porque en amor e indefenso
se tiembla en gran pobreza
y lo que circunda es poder,
presencia que compensa
al que anhela el aguijón diluyente,
o la esperanza,
el final o el principio.
Tenías el poder de lamer
mi presencia y rumbar en mi espacio.
¡Y te fuiste, te alejaste,
tú que fundaste con una mirada
cercanía, o recurso del amor
que resucita sin saberlo!
Sin embargo, te echaste a andar
cautiva de tu causa, solipsista,
y la esperanza se fue
con sus latidos y te aupaste
como fuego fatuo,
¡creyendo en la anonimia de otras vidas!
6-3-2000 / El libro de la guerra
Friday, October 10, 2008
El fuego fatuo de la insolidaridad
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