Friday, October 10, 2008

Comuneros, 1781



... En la coparticipación y en la lucha se hace libre el poder del destino en común: Martin Heidegger



A Francisco Berbeo
la cabeza le pendió de un hilo.
En tristeza de fracaso, su sangre se derrama.

Su clamor fue tañido, dulce, soldario,
y una esperanza, su campanal cabeza
de metal bruñido, su energía
de señal y relicario.

Manuela Beltrán, quien oyó el campanario
en El Socorro, sonreía, tenía afán
por una madrugada justiciera,
abierta en pálpitos, luces de tambores
en sus días y la fe que adeudara
más promesas que sosiego.

José Antonio Galán, voz de coro,
colaboraba con canción participante:
no más impuestos.

Vivamos de nubes parcas y atardeceres
justamente medidos para el color del porvenir
que techa Nueva Granada con sus cielos.

Satisfechas distributivamente sean las necesidades
colombianas en el mundo: vivamos, comuneros,
como voces libertarias de ofrenda bien cantadas.

La canción del comunero no se rinde.
Las capitulaciones de Zipaquirá no nos callan.

Su cabeza también pendió de un hilo
y de los riesgos y fue cortada
y Manuela entristeció, pero cantaba
y rompió los edictos de tristeza
y rasgó el alba como pionera de destino
y el poder-se surcaba el cielo
y el triunfo de un mañana sangraba
en las cabezas cortadas de El Socorro.


7-8-1998 /
El libro de la guerra
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